
En mis días de soltera salía de fiesta con las amigas. Al finalizar la noche, una de ellas, tenía por costumbre espiar al caballero a quien le había echado el ojo, para saber qué clase de auto conducía y así calcular el estatus económico del que podría ser su futuro esposo.
Después de muchos pretendientes y autos diferentes, el dueño de un BMW último modelo conquistó a mi amiga, le propuso matrimonio y se casaron. Pero la relación duró sólo un año. Los problemas de dinero entraron por la puerta y el amor salió por la ventana. Ella descubrió que su marido ¡tenía más deudas que pelos en la cabeza!
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